Member-only story
Boca alboreada y armoniosa
Pienso en el silencio como una hendidura. No me gusta el silencio, pero a veces dejo que esa hendidura se extienda, poco a poco al fondo de la mirada. Cierro los ojos, el fondo es de cierta felicidad, el aire revolotea sobre mi cuerpo y la música que suelo poner me invita a bailar imaginariamente. ¡Cuántas ganas tengo de bailar en un salón de pista amplia y con orquesta al fondo!
Otras veces, froto la hendidura hasta aplanarla, hasta dejarla imperceptible al tacto. Me apretujo en mi coraza donde no hay emociones y sentimientos y de una u otra manera impido que se abra, que se ensanche como si se tratara de la hierba o la lluvia. ¡Qué placer es mirar una agenda llena de compromisos, citas, libros, cafés, talleres! ¡Imposible que la hendidura me atrape! Me sujeto del día, de la noche y no me dejo caer. Dice Hugo Mujica: “Hay una hendidura / en la palabra / hendidura, // un desgarro donde / cada palabra calla”. Es el frío. Y el frío, en efecto, desgarra.
A veces, cuando estoy sujeta al día y a la noche, pienso en aquella época. Vuelvo a esos lugares y compruebo la falta de sol, la falta de abrazos, de besos… Lo demás, pensaba, podía irse por la borda, pero esas tres cosas pudieron salvarme. Y caí. Al caer, la hendidura se abrió como una boca gigante. Nunca toqué fondo. Me hundía en un torbellino sin fin.